Jueves Santo. La pesada hipocresía viste
de oro y se apoya en los hombros de un pueblo felizmente engañado por la fe y
la tradición para poder exhibir las galas de las élites y proclamar la doctrina
del sufrimiento trágico de la vida como única y absoluta vía para la salvación.
Yo, la verdad, prefiero ser Salvado por Jordi Évole cada domingo que éste
resucita conciencias muertas. Quizás por eso promulgo a los cuatro vientos mi
actual total indiferencia (que antiguamente he de admitir que era un carcomido
odio) a esta religiosa semana que nada tiene que ver conmigo ni yo con ella.
Tengo amigos cofrades, capillitas y
cargaores y no les juzgo, cada uno que haga lo que quiera, pero me encanta
reírme de ellos... Lo siento, no puedo evitarlo. Además, si siguen siendo
amigos es porque saben aceptar mis críticas y bromas de la misma manera que yo
acepto cuando ellos se meten conmigo por creer en Batman y no en Dios
(Elphomega dixit, versículo primero del quinto tema titulado Stardust del
sagrado libro del Phantom Pop). Así que voy a hacer gala este Jueves Santo de
la poca vergüenza de cuando el actual maestro lírico Juan Carlos Aragón era un
canalla chirigotero que repartía a diestro y siniestro hostias como panes en
forma de cuplés. Y, como no podía ser de otra forma, aquí os ofrezco una
muestra del cenit creativo y vacilón de JC (que no JesuCristo, sino Juan
Carlos) tirándole la pullita en el segundo cuplé a todos esos cargaores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario